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La encrucijada del año escolar

Miércoles 22 de Abril, 2020
Marcelo Neira, Director de Incidencia y Estudios de la VED reflexiona sobre la necesidad de mantener una cultura de diálogo respecto de lo que implica sostener una educación a distancia o mixta, en este contexto de pandemia.

Con esta crisis sanitaria, la educación se ha vuelto un escenario más complejo e incierto. Hay distintas y buenas ideas para manejar esta complejidad e incertidumbre respecto del desarrollo del año escolar, pero tales ideas podrían perder riqueza o proyección si no se articulan en un contexto de diálogo con todos los actores involucrados, especialmente quienes operan en el terreno educativo.

Hay acuerdo en la importancia de las clases presenciales y habrá que tomar medidas para volver lo antes posible, garantizando cien por ciento la salud de las personas. En función de los criterios sanitarios, se propone algo difícil de implementar: que esta vuelta sea gradual, con horarios flexibles, sistemas de turnos para mantener distancia social preventiva y dotación de protocolos e implementos de salud en todos los espacios.

Ahora bien, si no se puede retomar la dinámica presencial, el hecho de no dar por perdido el año escolar significa comprender que el proceso educativo se vivirá de otra manera, resguardando como siempre los aprendizajes de todos los estudiantes. Esto exige la presencia de adultos en las casas, por lo que la anunciada medida del ingreso familiar de emergencia será un gran apoyo para quienes no pueden realizar teletrabajo. 

Este tiempo ha sido muy confuso y necesitamos mantener una cultura de diálogo que nos ayude a ser capaces de arreglar la carga en el camino respecto de lo que implica sostener una educación a distancia o mixta. Para ello, es muy importante la convergencia de tres criterios: 

1) valorar la voz de los profesores y directivos en su autonomía y decisiones curriculares, muchos han priorizado el vínculo por sobre los contenidos, lo cual es profundamente educativo; 
2) que las decisiones de la autoridad favorezcan las condiciones y recursos para que ellos puedan trabajar bien; y 
3) comprender que no hay divorcio entre el currículum y la vida, pues repensar el año escolar con sentido de humanidad implica saber reconocer y conectar los aprendizajes con la experiencia de los estudiantes.

Tanto el hogar como el aula, con o sin crisis, no pueden estar ajenos al sentido más genuino de la educación, resignificando el desempeño escolar desde los códigos que nos hacen plenamente humanos: enseñar a pensar críticamente, enseñar a sentir empáticamente y enseñar a actuar éticamente. 
 

Marcelo Neira D.
Director de Incidencia y Estudios
Vicaría para la Educación
Arzobispado de Santiago

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